No educamos hombres en serie…

no educamos hombres en serieCon frecuencia me vienen a la cabeza las palabras de ese profesor que afirmaba: “en este colegio no educamos a hombres en serie”. Esa frase viene a ser lo mismo que decir que allí se educa de forma personalizada, de manera individualizada; atendiendo a las necesidades de cada alumno, trabajando junto a la familia. Exigiendo, sí, pero también confiando y respetando la libertad de cada uno.

Un buen profesor puede aprender muchísimo sobre sus alumnos dentro del aula: su manera de relacionarse, de trabajar, de atender, de aprender…pero si de verdad quieres llegar al interior necesitas compartir tiempo de calidad fuera de la clase con tu alumno y también con su familia. Me refiero al tiempo de tutoría.

La tutoría tiene como objetivo provocar e impulsar la capacidad, interna y latente, que tiene cada alumno para que dicha capacidad aflore a la superficie. Este proceso conlleva hacer pensar al alumno, ayudar a que se conozca, a que se quiera, a que sepa cómo reacciona (y que valore si merece la pena seguir en la misma línea o compensa cambiar la manera de actuar), a que aspire a grandes metas, a que sea buena persona, a que ayude a los demás de manera desinteresada…en definitiva: a que reflexione y haga lo que debe por que quiere.

Sin embargo, entrar en su corazón es delicado…

Los hebreos se referían al corazón con el término LEB. Consideraban que el corazón es el lugar más alto y a la vez más profundo del ser humano.

• Es el lugar donde se medita y se decide la conducta.
• Centro de la vida anímica, de las emociones y los sentimientos.
• Núcleo de la intimidad, ya que es el lugar donde se inician las conversaciones interiores.
• Foco de las decisiones más profundas. Hogar de la conciencia.
• Lugar de combate espiritual.

Es muy delicado entrar en el interior de alguien y mucho más ayudarle a tomar decisiones y activar su voluntad. Pocas personas pueden hacerlo. Los padres de un niño pueden; los amigos y los buenos tutores también. !Qué afortunados somos!

Es una responsabilidad enorme entrar en el interior de alguien, por eso al tutor se le presuponen una serie de virtudes adquiridas que le permitan respetar la libertad del alumno: por un lado el tutor debe tener coherencia con el ideario del centro, debe encarnarlo con naturalidad y alegría. Debe tener madurez emocional. Ser buen observador y comunicador. Estar bien formado (conocer las posibilidades y características de cada edad). Ha de ser prudente, leal y respetuoso. No es común encontrar a una persona que trae de cuna estas virtudes, lo normal es que tú, como tutor, debas formarte y esforzarte por ser mejor. Mejor no por ti. Mejor por ellos.

Autor: Antonio Gervás, subdirector de Primaria, Colegio de Fomento Los Olmos